27 septiembre, 2011

La repulsión innata no existe.


Las diferencias que pueden observarse en el aspecto físico de los hombres que pertenecen a las diferentes razas no autorizan a prejuzgar la existencia de formas de ser o de obrar propias de los miembros de cada una de las variedades humanas, sin olvidar, además, que las únicas diferencias físicas que los antropólogos han podido adoptar como medios prácticos de discriminación se refiere a detalles superficiales; color de la piel, color y forma de ojos y del pelo, forma del cráneo, de los labios y de la nariz, estatura, etc. En el momento que se abandona el campo de la biología pura, la palabra raza pierde todo significado. Mas allá de la división política en nacionalidades, no hay duda que puede clasificar a los hombres en grupos caracterizados por una cierta comunidad de comportamientos, pero es en función de diversas culturas como pueden establecerse tales grupos, que coinciden con los grupos establecidos a partir de semejanzas en la apariencia corporal y no pueden ser ordenados según una jerarquía basada en otra cosa que en consideraciones pragmáticas desprovistas de todo valor absoluto puesto que están necesariamente ligadas a nuestro propio sistema cultural; jerarquía que no tiene valor, en resumen, mas que durante un tiempo determinado, al estar las culturas dotadas de movilidad, todavía mas que las razas, y siendo capaz cualquier pueblo de una de evolución cultural muy rápida después de muchos siglos de semiestancamiento. Puede uno preguntarse, en tales condiciones, de dónde procede este prejuicio que lleva a considerar inferiores a ciertos grupos humanos, a causa de una composición racial que, según se pretende, les sitúa irremediablemente en inferioridad de condiciones.
El prejuicio racial no es hereditario, ni espontáneo; es un prejuicio, es decir un juicio sin base objetiva y de origen cultural; lejos de darse en las cosas o ser inherente a la cultura humana, forma parte de los mitos originados por una propaganda interesada, mucho más que basado en una tradición secular. Puesto que está ligado esencialmente a antagonismos basados en la estructura económica de sociedades modernas, no desaparecerá mientras los pueblos no transformen esta estructura, lo mismo que ocurre con otros prejuicios que no son causa de injusticia social sino mas bien de síntomas. Y así gracias a la cooperación de todos los grupos humanos cualesquiera que sean, en un plano de desigualdad, se abrirán para la civilización perspectivas insospechadas.

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